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«Mi actitud seguirá siendo combativa hasta la muerte, perseverando en beneficio de mi clase, de la clase obrera.» (Juanín, al día siguiente de abandonar la prisión de Carabanchel, 1-XII-75) |
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Por fin, el 30 de noviembre del 75, en virtud del indulto del Rey, es puesto en libertad, junto con el resto de sus compañeros del «1,001», que aún cumplían su condena. «Mi impresión -decía entonces- es contradictoria. Por un lado, tengo alegría de salir, y por otro, tristeza porque se desaprovecha una ocasión más para la concordia entre todos los españoles. El indulto nos ponía en la calle, pero sólo a una mínima parte, ya que el setenta y cinco por ciento de los presos políticos quedaban dentro. Por si esto fuera poco, desde la promulgación del indulto entraron treinta presos políticos en la cárcel, unos cinco más de los que se esperaba que salieran en total. La misma denominación de indulto no iba demasiado lejos, puesto que nuestro objetivo, y la exigencia de este momento, era y es la amnistía.»
El 1 de diciembre llega a su casa natal de La Frecha, donde, al fin, puede abrazar a su familia. Tres días más tarde tiene lugar el recibimiento público o, para ser más exactos, del orden público. A su paso en tren por Mieres, unas mil personas intentan concentrarse en la estación para saludarle, pero la Guardia Civil lo impide, carga contra los allí reunidos y detiene a once personas, que, posteriormente, fueron objeto de malos tratos en el cuartelillo. Poco después de las ocho de la tarde, Juanín arribaba a Gijón. Allí mismo sólo le esperaba la Policía Armada, la Brigada Social en pleno, dos periodistas y un fotógrafo para levantar acta del hecho y apenas media docena de allegados que lograron sortear los controles. El paso al andén estaba prohibido al público y las inmediaciones de la estación, donde se encontraban cientos de personas, habían sido desalojadas por la policía momentos antes, al iniciarse los gritos de «Amnistía, libertad.»
Cuando descendió del tren con su mujer, sólo un trabajador, más allá de la verja que le separaba de la estación, alcanzó a gritar: «Juanín, los trabajadores de Gijón estamos contigo.» Luego, tras saludar a varias personas y responder a unas preguntas de los informadores, se metió en un coche y se marchó a su casa, seguido por un «jeep» de la Policía Armada.
Durante los últimos tres años y medio pasados en Carabanchel, sus ideas no sólo no cambian, sino que se fortalecen. «Ahora tengo una visión más seria y racional -manifiesta entonces-. Al voluntarismo que creo haber mantenido en todo momento, se une la experiencia que me dio el convivir con el resto de los compañeros. Mi actitud no cambia con respecto a la que tenía cuando entré en prisión. Los problemas de entonces siguen pendientes. Mientras no haya auténtica libertad de reunión, asociación y expresión; mientras los derechos de la persona no sena reconocidos, mi postura no variará. Cuando se reconozcan esos derechos, mi actitud seguirá siendo combativa hasta la muerte, perseverando en beneficio de nuestra clase, pero sin la sombra de la cárcel a la que hoy se nos lleva. Pienso que no es la prisión la que hace cambiar al hombre; la inclinación de éste depende de unas condiciones objetivas en que se desenvuelve en la sociedad y mientras esas condiciones no cambien, e hombre no cambiará.»
Reincorporado de inmediato a sus tareas sindicales, reemprende con entusiasmo y eficacia su actividad, que consiste, fundamentalmente, en llevar CC.OO. a sectores y zonas nuevas, incluso a león y Santander, extenderlas allí donde ya están creadas y difundirlas a través de charlas, conferencias y entrevistas.
Poco más tarde firma, junto con más de cien dirigentes, el primer documento público de Comisiones Obreras a nivel de Estado, que se difunde con nombres y apellidos. Tras solicitar y obtener su readmisión en Talleres Aguinaco, lo abandona y se coloca en una distribuidora de libros, que, según decía, «me permite más tiempo libre para ocuparlo en el objetivo fundamental de mi vida: la lucha por los derechos que como clase nos pertenecen». Finalmente, pasaría a se un «liberado».
Poco más tarde intervienen, en nombre de Comisiones Obreras, en el primer encuentro de las organizaciones sindicales con la patronal en el marco «Euroforum», donde diría: «Estoy en contra del pacto social porque éste -al menos tal como se entiende hoy día- significa la negación de la lucha de clases.»
El 11 de julio del 76 se celebra en Barcelona la Asamblea General de Comisiones Obreras. En ella, Juanín, que fue reelegido para el Secretariado General. Presenta la ponencia «Reforzamiento organizativo de Comisiones», señalando que éstas necesitan «agrandar su cohesión y alcanzar un grado de dirección a través de sus órganos representativos superior al logrado, que responda a las necesidades de este momento concreto, así como a las perspectivas que se le abren». Juanín terminaría señalando que «ruptura, congreso constituyente y unidad serán posibles en la medida en que nuestras fuerzas y presencia orgánica crezca».
A últimos de julio se celebra en Roma el pleno del Comité Central del PCE, en el que figuran siete asturianos, entre ellos Juanín. A raíz del mismo, y sobre el papel de este partido en la lucha sindical, manifiesta lo siguiente:
«El nuevo capitalismos extiende su explotación desde la empresa hasta todo el entramado social... Es, por tanto, partiendo de la empresa y extendiendo su acción a todo el campo en que tal explotación se realiza, donde el asalariado, a través del movimiento sindical, puede contestar estas amplias formas de usurpación del valor del trabajo colectivo a manos y capital privado. Sólo si la lucha sindical se centra en lo que es común a todos los trabajadores y renuncia a dependencias religiosas o partidistas, su poder de unidad, y por tanto de contestación y creación, alcanzará cotas muy altas; sobre todo si tenemos en cuenta que nos encontramos ante un nuevo tipo de trabajador más culturizado, con mayor capacidad crítica y autocrítica, y, por supuesto, más creativo.»
«Consciente de todo esto, el PCE renuncia a tener su sindicato y respeta la dinámica propia de ese movimiento. Es claro que se han tenido que vencer reservas, pero en el pleno Comité Central, y ya muchos años atrás, se admitió sin reservas este nuevo tipo de sindicalismo que deja al asalariado la capacidad de decisión y no limita sus iniciativas ni las condiciones.»
En agosto se celebra en Oviedo la asamblea regional de CC.OO, donde Juanín presenta, asimismo, una ponencia sobre organización.
Paralelamente a su tarea sindical, y como representante de Comisiones Obreras, desarrollo una importante labor en la Junta Democrática primero y posteriormente en Coordinación Democrática de Asturias, uniendo a sus cualidades humanas y políticas su capacidad para el diálogo y su espíritu unitario. López Salinas, del comité ejecutivo del PCE, diría de él a raíz de su muerte: «Sabía aunar perfectamente la teoría y la práctica. Hombre de las situaciones concretas, era también persona lúcida a la hora de la elaboración teórica de los problemas de la libertad, la democracia y el socialismo.»
El 12 de noviembre del 76, con motivo de la «jornada de lucha» convocada por la COS a nivel de Estado, Juanín sería detenido una vez más -la última- a la salida de la Universidad de Oviedo, donde, junto con otros líderes sindicales, había explicado la significación de dicha jornada. Tras ser retenido en comisaría varias horas, es puesto finalmente en libertad.
Su intensa actividad, que únicamente se vio truncada por la muerte, cuando empezaba a disfrutar de su libertad, le llevó a pedir, junto con los demás miembros del Comité Regional del PCE en Asturias, la libertad de Santiago Carrillo.
Este comunicado, dirigido a la opinión pública el 22 de diciembre, sería el último que firmase Juanín: Once días más tarde fallecía víctima de un accidente.
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