Este jueves en el Museo Municipal (plaza de la Constitución) se abren los actos conmemorativos del cincuentenario de la huelga de 1962 en Puertollano, uno de los acontecimientos sociales y sindicales más significativos de la historia de Castilla-La Mancha en el último siglo.
El ciclo de conferencias iniciará su andadura a las 18,30 horas con la charla que José Babiano, historiador y miembro de la Fundación 1º de Mayo de CC.OO, ofrecerá sobre "Las huelgas de 1962 en España: contexto y desarrollo".
Babiano es autor de los libros "Guía de fuentes para el estudio de la emigración española", "Del hogar a la huelga: trabajo, género y movimiento obrero durante el franquismo y "Ciclos en política y económica", y coordinador de la obra colectiva "Represión, derechos humanos, memoria y archivos: una perspectiva latinoamericana".
Segundo bloque de conferencias el 29 de noviembre
El programa se cerrará el día 29 de noviembre, a las 18,30 horas, con las conferencias de Modesto Arias Fernández, doctor en historia, acerca de "El año 1962 en Puertollano, una perspectiva económica, política y social" y "La huelga de 1962: Puertollano y el nacimiento de Comisiones Obreras", por Luis Pizarro Ruiz, catedrático de historia de enseñanza secundaria.
CCOO de Castilla-La Mancha y la Fundación Instituto de Estudios Sociales han organizado diferentes actos de conmemoración del cincuentenario de la huelga en la cuenca minera de Puertollano, entre los que están un ciclo de conferencias
Puertollano, Jesús Camacho Segura
Hace cincuenta años la cuenca minera de Puertollano, la fábrica de la Calvo Sotelo (hoy refinería Repsol) y otras actividades de la comarca, vivieron una huelga generalizada auspiciada por las reclamaciones que llegaban desde la minería asturiana y alentadas por la pirenaica. El 9 de mayo de 1962 comenzó la huelga con el encierro de mineros en los pozos y al día siguiente se sumaban los trabajadores de la fábrica de la Empresa Nacional Calvo Sotelo (ENCASO); más de una semana de reivindicación y protesta que era, que duda cabe, un grito no sólo de reclamación salarial.
La huelga, en aquella dura etapa de la dictadura franquista, llegó extendida por la resistencia al franquismo que ejercía el PCE y su apuesta por construir un movimiento de oposición sociopolítico que expresara la contestación laboral y social ante tanta penuria, tanta desigualdad y la falta de libertad. La huelga fue liderada por hombres arrojados, comprometidos, exigentes, que constituyeron la Comisión Obrera en cada empresa, que fraguaron un crisol de solidaridad y exigencia; fue conocida por la huelga de los "treinta duros" (ciento cincuenta pesetas de las de entonces) que se pedían como el salario diario que debían recibir los trabajadores de las categorías inferiores.
Se aplastó la revuelta, se produjeron detenciones, se señalaron a trabajadores, se despidieron a otros; se les mantuvo en estrecha vigilancia para privarles finalmente del empleo. Pero se inició un camino imparable en la lucha contra la dictadura franquista. La lucha no fue en vano. Se lograron mejoras, aunque el régimen las disfrazara en el BOE como subidas a la producción del carbón, y se continúo cimentando la lucha colectiva de los trabajadores.
Posteriormente, vinieron más huelgas, dos años después se desató otra contestación laboral, la semilla estaba sembrada y, aunque clandestinamente, se constituyeron las primeras CCOO de la comarca. Se celebraron elecciones sindicales en 1966, al amparo de la ley de Solís Ruiz, y se presentaron candidaturas que claramente identificaban a sus componentes con el sindicato, y se ganó, además, la Presidencia y la Secretaría del Sindicato Nacional del Combustible en la provincia de Ciudad Real.
Aquel varapalo a los "verticalistas" del régimen fue mal digerido y comenzaron las persecuciones. No pudieron con ellos, a pesar del sufrimiento, del acoso, de la expulsión de su puesto de trabajo, del despido, de la emigración. Removieron cimientos del régimen y mostrando un ejemplo combativo para abrir paso a la libertad, se iniciaba un proceso imparable hacia la transición democrática, muchos años después. Las huelgas, las movilizaciones, siempre rinden fruto, aún con la mayor de las adversidades como era el caso del régimen autoritario de Franco, de su dictadura.
Han pasado cincuenta años, el espejo de la historia sirve para conducirnos en el presente y reclamar un futuro mejor. Ahora, en plena dictadura de los mercados, con el gobierno Rajoy entregado a la causa de un mayor empoderamiento de los más ricos, de los especuladores, de los defraudadores, de los banqueros, de las élites financieras, de los empresarios, de los amigos del enriquecimiento fácil y rápido, toca defender el estado del bienestar social y la democracia.
Ahora, con Cospedal y su gobierno más pendiente de la actuación subordinada a los designios del gobierno de su Presidente, mientras se desangra la región y se produce un declive industrial y social sin precedentes, el recuerdo de los que lucharon, de los que siempre luchan por dignidad, rebelándose ante las injusticias y planteando alternativas, cobra mayor fuerza, tiene más importancia. En Castilla-La Mancha y en Puertollano se necesita una urgente actuación para recuperar la actividad económica y el empleo.
Ha pasado el tiempo del discurso fácil. Ya está amortizado lo de la "herencia recibida", toca gobernar, toca preocuparse por las personas, apostar por incentivar la industria y el empleo. Es más necesario que nunca el cambio de rumbo. Los recortes, la austeridad, sólo conducen a un mayor empobrecimiento y a un retroceso social como jamás hemos vivido -sólo comparable al que provocó el golpe de estado contra la República-.
Han pasado cincuenta años, pero hay paralelismos para continuar reclamando y exigiendo; para organizarse y reclamar masivamente, sin miedos, sin resignación, sin temor a las bravuconadas del código penal contra la huelga, las manifestaciones y los piquetes informativos. Los mismos que ayer perseguían a los sindicatos clandestinos hoy persiguen a las organizaciones sindicales libres, sobre todo al sindicalismo de clase y confederal. No podrán con nosotros.
El pasado lunes, Pedro Ruíz García, histórico dirigente que participó en aquella huelga de mayo de 1962, que se destacó con otros compañeros en aquellos días, que constituyó las primeras CCOO y que sufrió un largo y doloroso periplo en la dictadura, que volvió a su empresa en aplicación de la Ley de Amnistía con la llegada de la democracia, y que hoy goza de un merecido retiro, nos recordaba, en la presentación de la exposición del cincuentenario de la huelga, que "luchando se obtiene una recompensa tan grande como la victoria: el placer del combate". En ello estamos.
La historiadora María del Carmen Suárez defiende en su tesis que el feminismo asturiano arraigó en las huelgas mineras de 1962
Oviedo, Eloy Méndez
Las protagonistas de la tesis de María del Carmen Suárez jugaron un papel esencial en una porción del siglo XX dominada por el poder masculino. «La Historia de las mujeres de esta región aún está por escribir», asegura la inspectora y profesora de Educación Secundaria, una semana después de haber obtenido el título de doctora gracias a un trabajo sobre las asturianas que se colocaron en la primera línea de la oposición al franquismo y contribuyeron activamente a consolidar la transición a la democracia. «La lucha feminista comenzó como parte del proceso de la lucha por las libertades comunes», añade.
Suárez obtuvo su licenciatura en Historia en 1975, pero no decidió preparar su tesis doctoral hasta hace poco más de un lustro, bajo el título «El feminismo asturiano en la oposición al franquismo y en la Transición democrática» y dirigida por las docentes Rosa María Cid, de la Universidad de Oviedo, y Mary Nash, de la de Barcelona. «Las mujeres adquieren protagonismo en el escenario público de la región a partir de las huelgas mineras de 1962, cuando muchas prestan su total apoyo a los trabajadores», sostiene la investigadora, que clasifica en varias tendencias esa respuesta a la dictadura. «Por una parte, estuvo la oposición izquierdista, encabezada por personajes como Anita Sirgo; en segundo lugar, se situaron figuras vinculadas a organizaciones cristianas como la JOC y, en tercer lugar es destacable la labor desde el exilio de personas como Purificación Tomás», resalta.
La historiadora, integrante de la Asociación Feminista de Asturias, considera que esta pluralidad de tendencias opositoras al franquismo cristalizó en un movimiento unitario en los albores de la Transición. «En el período democrático, las mujeres juntaron esfuerzos a través de los partidos para hacer un frente que acabara con su doble situación de discriminación», sostiene. Y anuncia que, tras conseguir el título de doctora, proseguirá dando luz al trabajo desarrollado por muchas de sus predecesoras en favor de la igualdad.
La Fundación Juan Muñiz Zapico proyecta el documental Hay una luz en Asturias... Testigos de las huelgas de 1962
San Fernando de Henares (Madrid), Javi Álvarez
La Fiesta del PCE es un lugar para hablar de política y lucha, para reivindicar el sitio que a la izquierda le corresponde en nuestra sociedad.
Explica Benjamín Gutiérrez, director de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CC.OO. Asturias, la importancia de recuperar la historia del Movimiento Obrero, que nos sirve sobre todo para momentos de crisis como el actual. Avisa también que esos tiempos de crisis solo podremos capearlos desde las movilizaciones sindicales, igual que en 1962. En este panorama que se nos presenta, los mineros regresan a la palestra, ellos han vuelto a salir a la calle con el pico y la maza en la mano, sus herramientas de trabajo, para servir de ejemplo, e igual que entonces enseñarnos el camino con sus huelgas y marchas mineras de la dignidad.
Aquellos mineros de entonces eran gente joven. Cuando iban al patrón a pedir mejoras éste les respondían que qué pedían si ellos habían perdido la guerra, que lo que les tocaba era callarse y aguantar. No lo hicieron. Las Comisiones Obreras que se estaban formando por aquellos años no fueron algo puntual. Las huelgas del 62 consiguieron que un ministro de Franco se desplazara hasta Asturias para negociar cara a cara con los mineros. Llegaron a un acuerdo, pero no se abandonó la huelga hasta que se publicó en el BOE, y luego como no se cumplió se convocó de nuevo. Aquellas luchas nos enseñaron a no resignarnos y nos mostraron que el movimiento obrero es una fuerza imparable. Todos estaban juntos, eso es lo que dio miedo al régimen.
Cuenta después el escritor Armando López Salinas que en España, antes de las huelgas del 62, había ya bastantes conflictos, pero que estos no se podían desarrollar en su plenitud porque la clandestinidad no ofrecía las condiciones idóneas para permitir hacerlo. Se precisaba construir una oposición sindical al modelo de Sindicato Vertical del régimen. Desde la URSS se aconsejó que se siguiera el ejemplo de Lenin: los comunistas deben estar en los mismos lugares en los que estén los trabajadores, con los sindicatos, movilizando al conjunto de la clase obrera.
En las primeras elecciones sindicales del franquismo se presentaron comunistas para defender desde el Sindicato Vertical los derechos de los trabajadores y sus resultados se empezaron a ver inmediatamente. Surgió después una política de reconciliación nacional como dirección en la que trabajar, pues tanto un campesino gallego, un metalúrgico catalán o un obrero de cualquier lugar habían perdido la Guerra Civil, independientemente del bando en el que hubieran luchado. Quien había ganado era el capital, los terratenientes, la banca, el clero...
López Salinas recuerda bien los años de las huelgas en Asturias, las luchas universitarias, el asesinato de Grimau, el movimiento europeísta precipitado en el contubernio de Munich... Las huelgas del 62 fueron un punto culminante frente al sistema, el momento que convirtió una oposición platónica en real. Las asambleas de trabajadores, sus reuniones, ofrecían resultados y progresos en la lucha de clases. Los empresarios se veían obligados a negociar con los trabajadores al margen del Sindicato Vertical. Los mineros asturianos se convirtieron en un ejemplo de lucha: «Hay una luz en Asturias que alumbra España entera y es que se ha levantado toda la cuenca minera».
Pero el escritor no se queda solo en el pasado, sino que gira su mirada hacia nuestro presente para decirnos que en este tiempo, el de hoy, también se debe pelear porque si no la derrota está cantada. Señala que no va a ser suficiente una huelga, ni las manifestaciones realizadas. Cuenta que el monarca ha hablado contra el movimiento obrero. Si el Borbón plantea esas ideas hay que decirle que no sirven; y hay que decírselo con el idioma universal del obrero: la lucha de clases. Recuerda que Antonio Machado en 1915 ya decía «Jóvenes, haced política, porque si no la política se hará sin vosotros». Cita de nuevo al poeta «Si el auriga sabe su oficio, sigamos con él y paguémosle puntualmente su salario. Si guía mal, habrá que despedirlo. Porque dentro de su coche vamos todos. Mas ¿qué haremos con un cochero loco o borracho que nos lleva a galope y alegremente al precipicio? Habrá que arrojarlo a la cuneta del camino, después de arrancarle por la fuerza las riendas de la mano. Revolución se llama a esta fulminante jubilación de cocheros borrachos. Palabra demasiado fuerte. No tan fuerte, sin embargo, como romperse el bautismo».
Interviene después Víctor Díaz Cardiel, vicepresidente de Unidad Cívica por la República y militante del PCE, que vivió aquellas huelgas del 62 en primera persona. Explica que lo que allí sucedió aquellos meses supuso algo más que una huelga, pues conmocionó a la dictadura obligando a moverse al propio régimen franquista. Una repetición ampliada de aquello lo hemos vivido de nuevo con las marchas mineras. Le vienen a la cabeza porque recuerda a un minero en ellas contando que su abuelo había participado en las huelgas del 34, que su padre lo había hecho en las del 62 y que ahora a él le tocaban las del 2012. Estirpe de mineros y conflictos que no se saltan ninguna generación. Una lección de historia magistral que presenta a la sociedad española y a los trabajadores que sin lucha obrera todo está perdido.
Cardiel continua en primera persona, trayendo a este coloquio sus recuerdos de aquella huelga, los miedos e ilusiones de aquellos jóvenes que se enfrentaron a la dictadura para defender unos derechos laborales dignos. No fue sencillo porque se jugaban muchas cosas.
Para completar esta presentación, se proyecta el documental Hay una luz en Asturias... Testigos de las huelgas de 1962, un trabajo que se asienta sobre la voz de una treintena de testigos que participaron en aquellos hechos.
En la primavera de 1962 una oleada de huelgas recorre España. Partiendo de la minería asturiana, los paros se extienden hasta afectar, en desigual medida, a 28 provincias y cerca de 300.000 trabajadores. Los efectos de estos conflictos alcanzan al gobierno, que pone en tensión todos los medios a su alcance para sofocarlos, a la Iglesia católica, a la oposición clandestina y al exilio, al movimiento estudiantil y a un sector de la intelectualidad, generando además una amplia solidaridad internacional.
El movimiento huelguístico asturiano de 1962 representó un hito fundamental en la oposición al franquismo y el renacer del movimiento obrero. Este documental cuenta como punto de partida con los resultados de una investigación llevada a cabo por un extenso equipo de investigadores en el 2002, pero su hilo argumental descansa sobre la voz de más de treinta testigos que participaron en los acontecimientos.
Madrid, Alejandro Torrús
El 15 de mayo de 1962 el régimen de Franco, personificado en el ministro secretario general del movimiento José Solís, se vio obligado a viajar hasta Oviedo para reunirse con representantes de mineros asturianos. Tenía que poner fin a una huelga -conocida como la huelgona- que duraba más de un mes y que comenzaba a expandirse por el resto del país. "¡Qué cabrones sois! Tenéis esperando al ministro una hora!", espetó Solís a los representantes sindicales por saludo. Ocho días después, el Boletín Oficial del Estado recogió un incremento de 75 pesetas en el precio de la tonelada de carbón, a repartir entre los trabajadores, y permitió la creación de comisiones de representantes obreros para negociar los conflictos futuros. El régimen de Franco había dado su brazo a torcer ante los trabajadores por primera vez.
"Fue una victoria sin paliativos. Sufrimos la represión antes, durante y después, pero ganamos", recuerda Vicente Gutiérrez, exminero de la cuenca del Nalón, 'deportado' por el régimen a Soria en agosto de 1962 por considerarlo "peligroso".
Ni la declaración de Estado de excepción, los encarcelamientos, o el cierre de los supermercados habían hecho retroceder a los mineros en sus pretensiones de mejora de sus condiciones laborales desde que el 7 de abril, en el pozo Nicolasa, la empresa Fábrica de Mieres suspendiera de empleo y sueldo a siete picadores. Al día siguiente la mayoría de los trabajadores no bajaron a la mina. En una semana, todas las minas cercanas estaban en huelga. A la siguiente, la huelga llegaba a La Camocha (Gijón) y ya sumaban más de 50.000 mineros. En un mes, ya había focos de insurreción en las principales ciudades del país junto a los Altos Hornos de Vizcaya.
"La Guardia Civil y la Policía secreta iban a nuestra a buscarnos, te abrían la puerta y te llevaban con ellos. Te registraban todo y después te daban en una paliza para que delataras a algún compañero. Hoy día no se puede ni concebir lo que pasó en aquellos cuarteles y comisarias", cuenta Vicente Gutiérrez.
A la protesta obrera también se sumaron un importante grupo de intelectuales, encabezado por Menéndez Pidal (director de la RAE), que emitieron un manifiesto de apoyo a los mineros. Armando López Salina, locutor en la radio La Pirenaica, fue uno de los promotores. "Cuando pensamos en el manifiesto pretendimos encabezarlo por la figura más relevante posible. Así que fuimos a ver al presidente de la Academia Menendez Pidal. Tras leer nuestro manifiesto y hacer unas cuantas correciones de estilo dijo: 'Si esto es contra el cabrón de Franco, firmo'", recuerda.
La huelga silenciosa, la que había nacido en una olvidada cuenca asturiana y se había extendido de manera vertiginosa mediante el boca a boca y la solidaridad obrera, ya era información de portada de los grandes periódicos internacionales. El régimen de Franco volvía a estar en el punto de mira de Occidente. "Se generan protestas en media Europa y declaraciones de apoyo a los huelguistas. Los partidos socialdemócratas europeos se solidarizan con los trabajadores y recuerdan que la dictadura de Franco es inaceptable", explica Rubén Vega, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo.
Cohibido ante la mirada de Europa y sorprendido por el avance de las protestas, la dictadura incrementa en 75 pesetas el precio de la tonelada de carbón, plusvalía que sería repartida entre los trabajadores, y permitió la creación de comisiones de representantes obreros para negociar los conflictos futuros. "En los 40 años de dictadura nunca ocurre que ministro se desplace hasta el lugar de conflicto y ceda a las peticiones obreras. La huelga minera supone la primera victoria a la dictadura y marca una bisagra entre las dos mitades del franquismo. Surge un movimiento contestarario", analiza Rubén Vega.
Maíz para los esquiroles
En el mantenimiento y extensión de la lucha obrera desarrollaron un papel fundamental las mujeres de los mineros convenciendo a los esquiroles, combatiendo la guerra del hambre que el régimen estaba practicando y organizando asambleas para extender la huelga. "Nos encerramos en la catedral y cada mañana salíamos a la puerta con pancartas que pedían la libertad de los presos políticos", apunta Anita Sirgo, una de las mujeres más activas durante la huelga. Antes del encierro, habían conseguido la unidad entre todas las cuencas visitando cada casa puerta por puerta y "creando remordimientos de conciencia" a los esquiroles.
"Nos quedábamos a las puertas del pozo para echar maíz al paso de los esquiroles. El mensaje estaba claro: los estábamos llamando gallinas por no sumarse a la lucha. Ellos ya sabían lo que significaba y no hacía falta ninguna explicación. Nos conocíamos todos perfectamente. Daban media vuelta y se iban voluntariamente", recuerda Anita, quien estuvo encarcelada durante seis meses, donde le cortaron el pelo y fue maltratada por las fuerzas del Estado.
La lucha actual
A Anita le cambia la voz cuando habla de la entrada a Madrid de la marcha negra el 11 de julio. "En ocho meses se están llevando todo por lo que luchamos tanto. Esta situación me recuerda a la de tantos años atrás, pero no hay que dejar de luchar", reclama Anita. Vicente Gutiérrez se desplazó hasta Madrid para ver a los mineros entrar. Él ya está jubilado pero la lucha de sus sucesores es la misma que la suya, aunque Vicente diferencia al enemigo. "Antes luchábamos contra la dictadura de Franco y los fascistas, ahora luchamos contra la dictadura de los mercados y un Gobierno a su servicio que no cumple lo que pacta", sentencia Vicente.
David Santirso Ruiz, Borja Pérez Álvarez
En el año que conmemora el 50 aniversario de las huelgas mineras de 1962, la minería y el conflicto subyacente, vuelven a saltar a la palestra. El mismo día que miles de personas apoyaban la minería y protestaban contra los últimos recortes antisociales del gobierno del Partido Popular en Madrid, mientras sufrían las duras represalias y golpizas de la policía por expresar de manera legítima su rechazo a tal atentado contra la dignidad de las personas, en Gijón, en la Semana Negra, se organizaba un acto en recuerdo y conmemoración de las huelgas mineras que pusieron en jaque a la dictadura franquista y que se convirtió, de paso, en un apoyo más a la situación de los mineros.
Ante más de 400 personas, fueron tomando la palabra el escritor de novela negra Alejandro Gallo, el Catedrático de Literatura Benigno Delmiro, el Profesor de historia contemporánea de la Universidad de Oviedo Rubén Vega y el histórico miembro del PCE Armando López Salinas, que fuera subdirector de Mundo Obrero y corresponsal en Madrid de Radio España Independiente.
Delmiro realizó un análisis sobre la función e importancia de la literatura minera española, inserta dentro de las múltiples formas en las que se expone la literatura social. Para él, la minería, desde hace 50 años y aun hoy en día, sigue siendo uno de los grandes "pozos" de donde bebe este género narrativo, que "no se cerrará nunca". En cuanto a las citas y referencias, hizo hincapié en determinados autores como el propio Alejandro Gallo, con su novela Una mina llamada infierno, que retrata la situación de las minas leonesas, Dolores Medio con Celda común, que glosa una manifestación de intelectuales y artista en la Puerta del Sol de Madrid en 1962, en apoyo a las demandas mineras o Jorge Reverte con La furia y el silencio. Asturias, primavera de 1962, que trata las causas y consecuencias que dieron lugar a las huelgas mineras asturianas en tal año. También mencionó la implicación del cine y su papel a la hora de reflejar la lucha minera, como el cortometraje que ilustra el papel de las mujeres en las huelgas del 62, "A golpe de tacón".
Rubén Vega centró su intervención en el por qué 50 años después, se conmemoran tales huelgas. "Fue más que una huelga, fue primero de mineros, empezando en el Pozo Nicolasa y luego de todos los obreros" afirmó. "Las huelgas afectarían al Régimen franquista en un gran número de aspectos; el mero hecho de que a partir de 1963 se realizasen estadísticas de huelgas, cuando estaban prohibidas por la dictadura, implicaba que debían convivir con ellas" apostilló antes de enumerar los logros de la misma. La huelga hizo tambalear parte de la relación entre el Régimen y la Iglesia, debido a la aparición de curas de base que ayudaban y se solidarizaban con los mineros. Afectaría también a la posición de España en el marco internacional, una posición olvidada durante mucho tiempo y que hizo que, justo cuando se pidió por primera vez la entrada del país en el mercado común, éste se paralizase. También implementaría el apoyo internacional, donde emigrados, brigadistas e intelectuales de todo el mundo, desde Estados Unidos a Australia, comenzarían a manifestarse de nuevo y sin miedo en apoyo a la huelga y contra la dictadura.
Por su parte, el histórico militante comunista Armando López Salinas, centró su intervención desde la vivencia personal del conflicto. "¿De quién depende la opresión? De nosotros ¿Y de que se acabe? De nosotros también". Recordando algunas de las retransmisiones de Radio España Independiente, Salinas recordaba alguna de las cuñas emitidas "Asturias patria querida, hay una lumbre que se mantiene..." Según él, las huelgas mineras del 62, fueron un hito en las huelgas, el movimiento obrero español y el movimiento de oposición al Régimen, abriendo una vía de protesta que ya no tendrían vuelta atrás, coincidiendo con la opinión de los dos ponentes anteriores. "Los obreros rompieron el techo impuesto por Franco a pesar de su fuerza con apoyo de intelectuales como ahora, aparecieron nuevas organizaciones fuera del Sindicato Vertical, aun siendo ilegales; el movimiento estudiantil acrecentó su importancia en las universidades pese a la represión estatal o a la permanencia aun por entonces del siniestro Tribunal contra el Comunismo y la Masonería, que solo sería sustituido en 1963, tras la muerte del camarada Julian Grimau, miembro del Comité Central del Partido, junto con el que tuve el honor de trabajar", dijo en una breve síntesis sobre como la situación del movimiento obrero español y de oposición al Régimen, cambió gracias a la huelga.
En cuanto a la situación actual, expuso que "En la España de los más de 5 millones de parados, de desahucios masivos, congelación de las pensiones y recortes en las prestaciones sociales, los patronos quieren que los trabajadores trabajen codo con codo con ellos, pero lo que no se defiende en la calle y en el puesto de trabajo, no se puede defender en una mesa de negociación. Ellos son el exponente de la dictadura capitalista y corrupta establecida en este país, desde el Tribunal Supremo, hasta en la administración pública como en el caso de Valencia, pasando por la Familia Real y la patética figura del Rey en un Consejo de Ministros". ¿Para cuando un nuevo pacto de San Sebastián? ¿Para cuándo la III República?
A modo de cierre se refirió a los indignados y a los movimientos sociales: "tanto hoy como el otro día participé en marchas de indignados en Madrid y Gijón donde se gritaba: "¡Esto no es una crisis, es el sistema!" En ese momento recordé las palabras de Alberti: "Un fantasma recorre Europa, el mundo. Nosotros le llamamos camarada." Por mucho que les pese a los ideólogos neoliberales, seguimos estando unidos para rato y por eso digo: proletarios del mundo uníos, indignados del mundo uníos, somos lo mismo y si no nos unimos, la lucha está cantada"
Finalmente y tras largos aplausos, los ponentes dieron paso a la Agrupación musical Solvay, quienes agradecieron a los asistentes su apoyo a los mineros y a las cuencas, para posteriormente entonar "Los Mineros" y "Santa Bárbara Bendita" acompañados por todos los presentes.